SOS Familia La fecundidad del matrimonio

S.S. Pío XII

 

 

Amados hijos e hijas, dirigentes y representantes de las Asociaciones por las Familias Numerosas de Roma e Italia, esta vuestra visita debe contarse entre las que traen el más profundo placer a Nuestro corazón. […].

Mas vosotros no representáis cualesquiera familias; vosotros sois y representáis familias numerosas, aquellas que fueron grandemente bendecidas por Dios y que son especialmente amadas y preciadas por la Iglesia como su tesoro más precioso. […]

Dondequiera que se encuentren familias numerosas, estas dan señal de la salud física y moral de un pueblo cristiano; de una fe viva en Dios y de confianza en su Providencia; de la feliz y provechosa santidad del matrimonio católico. […]

Seguramente, una de las aberraciones más perniciosas que ha aparecido en la sociedad moderna, de tendencias paganas, es la opinión de aquellos ansiosos por clasificar la fecundidad del matrimonio como una «enfermedad social», y que sostienen que cualquier nación que se halle de esta manera afligida debe hacer un gran esfuerzo y utilizar cualquier medio para curar la enfermedad. Esta es la base para la propaganda que pasa con el nombre de «control racional de los nacimientos»; en ocasiones es promovida por personas y organizaciones que inspiran respeto a causa de sus posiciones en otros campos, pero que, desafortunadamente, han tomado una postura en esta cuestión que debe ser condenada. […]

A todos los católicos exhortamos que den amplia difusión al principio, firmemente fundado sobre la verdad, de que el único modo de proteger la salud física y moral de la familia y de la sociedad es mediante la obediencia de todo corazón a las leyes naturales, o mejor dicho, del Creador, y, sobre todo, fomentando un sincero y sagrado respeto hacia ellas. […]

Ahora, el valor del testimonio ofrecido por los padres de familias numerosas no yace solo en su rechazo contundente y unívoco de cualquier compromiso deliberado entre la ley divina y el egoísmo humano, sino también en su buena disposición para aceptar alegremente y con gratitud estos dones inestimables de Dios —sus hijos— en la cantidad que a Él le plazca mandar. […] El buen sentido común siempre y en todas partes consideraba que las familias numerosas eran una señal, una prueba y una fuente de la salud física; y la historia no se equivoca cuando indica que la principal causa de la decadencia de los pueblos es la violación y el abuso de las leyes que gobiernan el matrimonio y la procreación. […]

En los hogares donde los llantos resuenan siempre de la cuna, florecen espontáneamente las virtudes y se hace huir al vicio, como que expulsado por la niñez, renovada allí como el aliento fresco y vigorizante de la primavera. […]

Solo la luz divina y eterna del Cristianismo da plenitud de vida y significado a la familia, y esto es tan cierto que desde el mismo principio, y por todo el transcurso de su historia, las familias numerosas han sido consideradas con frecuencia como sinónimo de familias cristianas.

El respeto a las leyes divinas ha hecho que abunden en vida; la fe en Dios da a los padres la fuerza y el vigor necesarios para enfrentar el sacrificio y las renuncias exigidos en la crianza de los hijos; los principios cristianos los guían y ayudan en la pesada labor de la educación; el espíritu cristiano del amor vigila su tranquilidad y buen orden, y a la vez que dispensa, como que obteniéndola de la naturaleza, las alegrías familiares profundas, comunes a los padres, a los hijos, a los hermanos, hermanas.

S.S. Pío XII

Aun externamente, la familia numerosa y bien ordenada es una especie de santuario visible: el sacramento del bautismo no es un acontecimiento excepcional para ellos, sino algo que constantemente renueva el gozo y la gracia del Señor. La serie de felices peregrinajes a la fuente bautismal aun no acaba cuando comienza la confirmación y la primera comunión, sin perder la misma inocencia. El más joven de los hijos apenas habrá puesto a un lado su trajecito blanco entre las memorias más queridas de la vida, cuando ya aparece el primer velo de bodas para reunir a padres, hijos y parientes nuevos al pie del altar. A ello le siguen más matrimonios, más bautismos, más primeras comuniones, como primaveras siempre nuevas que, en cierto sentido, hacen que las visitas de Dios y de su gracia al hogar sean interminables. […]

En cuanto a vosotros, padres e hijos de familias numerosas, sigan dando testimonio sereno y firme de su confianza en la divina Providencia, y estén seguros de que Ella no dejará de recompensaros con el testimonio de su auxilio diario y, cuando sea necesario, con aquellos auxilios extraordinarios que muchos de vosotros ya han sido afortunados de experimentar. […]

Las familias numerosas son los arriates más espléndidos en el jardín de la Iglesia; la felicidad florece en ellos y la santidad madura en suelo favorable. Dios quiso que cada núcleo familiar, aun el más pequeño, fuera un oasis de paz espiritual. […] Es muy diferente a la serenidad de espíritu de los padres rodeados de una rica abundancia de vidas jóvenes. El gozo que viene de las abundantes bendiciones de Dios irrumpe de mil maneras, con estable y segura perennidad. Las frentes de estos padres y madres pueden estar cargadas de cuidados, mas nunca hay señal de alguna sombra interior que delate ansiedad de conciencia o miedo de un irreparable regreso a la soledad. Mientras la dulce fragancia de una cuna permanezca en el hogar, mientras las paredes de la casa hagan eco a las voces argentinas de hijos y nietos, su juventud nunca parecerá desvanecerse.

Sus pesadas labores, multiplicadas una y otra vez, sus intensificados sacrificios y su renuncia a las diversiones costosas son recompensadas ya aquí abajo con el inagotable tesoro del afecto y las tiernas esperanzas que residen en sus corazones, sin oprimirlos ni cansarlos.

Y las esperanzas pronto se vuelven realidad cuando la hija mayor comienza a ayudar a su madre en el cuidado del bebé, y cuando el mayor de los hijos llega a casa con rostro sonriente y con el primer salario que se ha ganado por sí mismo. Aquel día será particularmente feliz para los padres, que verán conjurado el fantasma de una ancianidad en la miseria y asegurada la recompensa por sus sacrificios.

Los hermanos numerosos, a su vez, ignoran lo que es el tedio de la soledad y la incomodidad de tener que vivir permanentemente en medio de adultos. Es cierto que su numerosa compañía algunas veces puede convertirse en vivacidad molesta, y sus riñas pueden parecer tormentas pasajeras; pero hasta sus discusiones juegan un papel efectivo en la formación del carácter, cuando son breves y superficiales. Los hijos de familias numerosas aprenden casi automáticamente a ser cuidadosos de lo que hacen y a ser responsables de sus actos, a respetarse y a ayudarse, a ser de gran corazón y generosos. Para ellos, la familia es como el lugar de prueba, antes de que salgan al mundo exterior, que será más difícil y más exigente.

Todos estos preciosos beneficios serán más sólidos y permanentes, más intensos y fructíferos si la familia numerosa toma como principio rector el espíritu sobrenatural del Evangelio, el cual hace trascender todo lo humano y lo eterniza. La experiencia muestra que en estos casos, Dios a menudo va más allá de los dones ordinarios de la Providencia, como lo es el gozo y la paz, para conferirle un llamado especial, una vocación al sacerdocio, a la vida religiosa, a la mayor santidad posible.

Con buena razón se ha señalado frecuentemente la prerrogativa de las familias numerosas de ser cunas de santos. Podríamos citar, entre otras, a la familia de San Luis, el rey de Francia, compuesta de diez hijos, la de Santa Catalina de Siena, quien descendía de una familia de veinticinco, San Roberto Belarmino de una familia de doce, y San Pío X de una familia de diez. […]

Pidiendo la protección divina para vuestras familias y para las de toda Italia, y colocándolas una vez más bajo la protección celestial de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, Os conferimos con todo Nuestro corazón Nuestra paternal bendición apostólica. 

* Extractos de la Alocución del Papa Pío XII a los dirigentes y miembros de la Federación Nacional (italiana) de las Asociaciones de Familias Numerosas in https://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/speeches/1958/documents /hf_p-xii_spe_19580120_famiglie-numerose.html.

La importancia de un buen libro La Virgen y el Rosario, en un sueño de Don Bosco
La Virgen y el Rosario, en un sueño de Don Bosco
La importancia de un buen libro



Tesoros de la Fe N°164 agosto 2015


San Juan Bosco Bicentenario de su nacimiento (1815-2015)
Nº 164 - Agosto 2015 - Año XIV La importancia de un buen libro La fecundidad del matrimonio La Virgen y el Rosario, en un sueño de Don Bosco Nuestra Señora de Taggia Continuación del Sermón de la Montaña Santa María Micaela del Santísimo Sacramento El New Age y la infiltración gnóstica en los medios católicos La flor del guayacán



 Artículos relacionados
¡Las palabras mueven, los ejemplos arrastran! El primer ambiente natural y necesario de la educación es la familia, destinada precisamente para esto por el Creador. Por esta razón, normalmente, la educación más eficaz y duradera es la que se recibe en una bien ordenada y disciplinada familia cristiana...

Leer artículo

Diez modos de honrar a nuestros padres Cultive una actitud interior de respeto y estima hacia sus padres, como co-creadores y co-proveedores junto con Dios, así como nuestros primeros maestros...

Leer artículo

La responsabilidad de los padres ante Dios Los padres que se ocupan en educar bien a sus hijos no serán confundidos, en el juicio particular y en el juicio universal. Triste, no obstante, será el juicio de padres apenas empeñados en gozar la vida y despreocupados con la educación de su prole...

Leer artículo

Es necesario saber dar y negar El falso concepto de la libertad conduce a una esclavitud a los vicios. Concepto verdadero: libertad es el derecho de hacer todo lo que la ley de Dios permite...

Leer artículo

Límites de la obediencia debida a los padres La obediencia debida a los progenitores no es absoluta ni perpetua: ellos no pueden mandar cosas ilícitas, ni dar órdenes en materias en las cuales los hijos son libres, por la naturaleza de las mismas...

Leer artículo





Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino