Alma ardiente, contemplativa y rebosante de cariño
Esta fue la mejor estampa de San José que conocí en mi vida. Se trata claramente de una pintura ejecutada por alguien que interpretó bien el papel de San José, y que lo supo expresar en una obra artística de buena calidad. Viajando por Europa, estuve en muchas catedrales e iglesias famosas donde se encuentran imágenes de San José. Nunca deparé con otra que representase tan bien la fisonomía espiritual del Santo Patrono de la Iglesia. Lo que importa no son los trazos físicos, sino la fisonomía espiritual del castísimo esposo de María Santísima. Habitualmente los trazos con que San José es representado deforman un tanto aquello que él debe haber sido. Las imágenes corrientes de él presentan a un hombre que, a fuerza de ser simple, se vuelve un poco simplón, mirando y sonriendo a la manera de quien no está comprendiendo bien las cosas, a quien le falta firmeza de voluntad, y que no es un verdadero jefe. Es necesario resaltar que en las manos de él Dios entregó el mayor tesoro que hubo en la tierra, del cual jamás habrá similar en la historia: ¡Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios humanado! Es forzoso comprender que Dios sólo puede haber designado para ello a un hombre de alto criterio, alta prudencia, alto discernimiento y alto cariño. Pero al mismo tiempo capaz de enfrentar, con inteligencia y fuerza, cualquier dificultad y cualquier adversario que se le opusiese. Adversarios surgieron desde un inicio. Conocemos bien la persecución que Herodes quiso mover contra el Niño Jesús, la masacre de los inocentes, la necesidad de huir hacia Egipto. ¿Qué mentalidad requería tener este hombre, qué corazón, qué alma de fuego para guiar a través de tantos riesgos a Nuestro Señor Jesucristo y a la Santísima Virgen? Él era el esposo fidelísimo de Nuestra Señora. Entre esposo y esposa es necesario que haya cierta proporcionalidad. No puede el esposo ser demasiado superior Sin embargo, en este cuadro contemplamos a San José en su pobreza, su sencillez, un simple artesano de Nazaret; pero también un hombre de inteligencia, de criterio y firme. No es un sabio, ni académico. Con todo, está dotado de las credenciales para ser depositario de los secretos de Dios. ¿Qué es necesario para ello? Tener alma de fuego, alma ardiente, alma contemplativa, alma llena de cariño. Por estas razones, me gusta mucho este cuadro.
|
Contemplación. Algo mucho más fácil y natural de lo que se imagina |
Cuando los hombres y las cosas del comercio vivían en la placidez La superexcitación de los ambientes corresponde a la de los hombres, como el efecto a su causa. Todos conocemos ese tipo de businessman que mastica chicle, quizá se muerde las uñas, golpea con los pies en el suelo, es hipertenso, cardíaco, neurótico... | |
¿Ídolo o imagen? La extravagancia de la idea general y de los pormenores es chocante. El cuerpo de la imagen, su gesto, nada deja trasparecer la pureza y la inigualable dignidad de la Madre de Dios. La imagen no instruye, no forma, no atrae... | |
¿Sólo el arte sacro puede ser cristiano? Cristiana es la sala como cristiana es la capilla. Y esto no sólo por el efecto de las imágenes y símbolos religiosos que allí se encuentran, sino también por el ambiente que allí se respira... | |
Museos: ¿osarios de la cultura? ¿QUIÉN NO SINTIÓ aún la frustración típica que asalta al hombre después de la visita a un gran museo? A lo largo de las salas y de las galerías en que las rarezas y las obras maestras están expuestas, el alma se va dilatando y enriqueciendo por la contemplación de mil maravillas... | |
El Huerto de los Olivos Hay un principio que la piedad católica admite como verdadero: cuando en cierto lugar ocurre algo muy sagrado, de algún modo aquel lugar se vuelve también sagrado. Un ejemplo supremo: el Huerto de los Olivos, el lugar sagrado donde transcurrió la Agonía de Nuestro Señor Jesucristo... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino