Página Mariana La Dolorosa del Colegio

Reina de la educación católica en el Ecuador


Diego Villamar Dávila

El Colegio San Gabriel de Quito, dirigido por la Compañía de Jesús y refundado en 1862 por el Presidente de la República Dr. Gabriel García Moreno, constituía el colegio símbolo de la educación en el Ecuador, tanto por su antigüedad como por la fructífera labor educativa que había desarrollado.

Durante el siglo XIX, el país había delineado, tras numerosas dificultades, su personalidad nacional y caminaba hacia la organización y fortalecimiento de sus instituciones. En testimonio de su idiosincrasia profundamente católica, el pueblo ecuatoriano había consagrado la patria al Sagrado Corazón de Jesús y al de su Madre, la Santísima Virgen María.

Sin embargo, en 1895, la revolución liberal traería consigo una encarnizada y prolongada guerra religiosa, que “no solo enfrentaría a unos ecuatorianos con otros, sino, lo que sin duda iba a ser más grave, socavaría a través de los años la conciencia misma de la ecuatorianidad”.1

Así, se instauró una lamentable y cruenta persecución contra la Iglesia Católica, acompañada de un ateísmo militante.

Comedor del antiguo local del Colegio San Gabriel de Quito, ubicado a espaldas de la Iglesia de la Compañía,donde tuvieron lugar los prodigiosos acontecimientos del 20 de abril de 1906,transformado hoy en capilla.

Entre otros sucesos que marcaron la actuación de la nueva administración civil, se cuentan: la expulsión de los obispos de Portoviejo y Loja, la de los Padres Salesianos y Capuchinos, un motín policial contra los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el asalto al Palacio Arzobispal y los vejámenes al arzobispo de Quito, Mons. González Calisto,la destrucción e incendio de la biblioteca de la arquidiócesis, el asesinato del periodista católico Víctor León Vivar (y del principal testigo del asesinato, Fr. Eudoro Maldonado), la expulsión del oriente ecuatoriano de los misioneros jesuitas, la prohibición del ingreso de comunidades religiosas al Ecuador, la vejación y encarcelamiento de Mons. Arsenio Andrade, obispo de Riobamba; el asalto por tropas del régimen al colegio “San Felipe Neri” de Riobamba, el 4 de mayo de 1897, en el que asesinaron por la espalda al Padre Rector, Emilio Moscoso, profanando después de manera monstruosa las formas consagradas, burlándose de ellas y pisoteándolas; profanando el Sagrario de la capilla, disparando contra él y rompiéndolo a culatazos; acribillando todas las imágenes de santos y simulando una ejecución de la imagen de la Santísima Virgen María, para finalmente saquear el colegio.

En 1898, el Congreso Nacional dicta una ley que privó a la Iglesia Católica de la contribución predial que recibía por Convenio adicional al Concordato desde 1891, y que servía para sostener el culto y las obras de beneficencia. En 1899 se emite otra ley que restablece el régimen de patronato y somete toda la administración eclesiástica al poder del Estado; en octubre de 1900 se profanan y declaran laicos los cementerios de la Iglesia, y pocos días después se emite un decreto que retira el reconocimiento oficial y el valor jurídico a todos los títulos educativos emitidos por cualquier institución regentada por religiosos; días más tarde, se expide un decreto a través del cual se pretendía derogar los decretos de Consagración de la República a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que afortunadamente no fue aprobado debido a las voces de protesta de la población.

El 4 de octubre de 1902, se expide la ley de matrimonio civil, que desconoció todo valor legal al matrimonio religioso-sacramental, estableciendo además el divorcio.

El 14 de octubre de 1904 se expide una “ley de cultos” que prohibió la fundación de órdenes y congregaciones católicas, suprimió los noviciados de las órdenes contemplativas y buscó la disolución de los institutos de clausura; convirtió a los religiosos en “interdictos” para administrar sus bienes.

En julio de 1905 se expulsa de Riobamba a los Padres Redentoristas, misioneros y evangelizadores de los pueblos indígenas de Chimborazo.

En 1906 se retira a la Iglesia Católica su carácter de persona de derecho público, reduciéndola a una entidad de derecho particular. Se expide además un Código de Policía que reprimió toda manifestación externa de culto.

Situación del Colegio San Gabriel en los años previos a 1906

La generalizada persecución no podía dejar de lado al colegio emblemático del catolicismo en el Ecuador.

El 1º de setiembre de 1895, tropas alfaristas2 toman las instalaciones del colegio para alojarse en él y posteriormente intentan saquearlo; el 5 de mayo de 1897, se discute en el Congreso, por iniciativa del gobierno, la expulsión de todos los jesuitas del territorio ecuatoriano; el 24 de enero de 1899 llega al colegio una nota oficial sellada en la que se instruye que los jesuitas abandonen el colegio y la ciudad antes de las diez de la noche, lo que fue impedido por la población civil; el 5 de junio de 1901 se notifica al Padre Superior, que en adelante los exámenes rendidos en el San Gabriel serán nulos; al día siguiente llega una nota en que el gobierno anunció que se daba por terminado unilateralmente el contrato con la Compañía de Jesús y establece un plazo de tres meses para la entrega del edificio.

Detalle de la monumental fachada de piedra de la Iglesia de la Compañía en Quito

En noviembre de 1901, se despoja al Colegio San Gabriel de sus instalaciones físicas. Se confisca su biblioteca, gabinete de física y laboratorio de química. El edificio usurpado, es dividido en varias fracciones, forzándose a los alumnos del San Gabriel a utilizar menos de la cuarta parte de la infraestructura que originalmente disponía.

El 11 de octubre de 1902, se derogan los decretos que amparaban la labor educativa realizada por la Compañía de Jesús en el Ecuador desde 1862, lo que significaba que los colegios “San Gabriel” de Quito y “San Felipe Neri” de Riobamba perdían su carácter de colegios nacionales y pasaban a ser “centros de enseñanza privada”, sin ningún tipo de reconocimiento oficial, y obligados a sujetarse a los textos educativos y programas impartidos por la ideología instalada en el poder.

El 14 de julio de 1904, se publica en el Registro Oficial la disposición que ordena a los alumnos del Colegio San Gabriel a rendir sus exámenes en el Instituto Nacional Mejía, dando lugar a décadas de abusos, tales como la modificación de los programas de estudio sujetos a evaluación en la víspera de los exámenes, entre otros.

El 16 de enero de 1906, el general Eloy Alfaro asciende por segunda vez al poder mediante un golpe de Estado en contra del Presidente Lizardo García, y expide una ley orgánica de instrucción pública que determina la eliminación definitiva de la enseñanza religiosa en los planteles educativos del Ecuador.

El milagro del 20 de abril de 1906

No obstante los problemas derivados de la persecución oficial, el Colegio San Gabriel continuaba la labor educativa que había desempeñado durante tres siglos. El número de alumnos se había reducido considerablemente, contando con 150 alumnos en 1906, de los cuales 35 eran internos.

Era la noche del viernes 20 de abril de 1906, y el colegio se encontraba en vacaciones de Pascua, por lo que únicamente se hallaban en el edificio los alumnos internos, que en aquel día habían realizado una excursión a las afueras de Quito, acompañados por el Hno.Luis Alberdi, Inspector General.

A las 20:00, los alumnos se encontraban acabando de cenar en el comedor del colegio. Hacia el final de la cena, ingresó en el comedor el P. Prefecto Andrés Roesch, originario de Alsacia, y concedió, “contra la costumbre establecida”,3 permiso a los alumnos para hablar, poniéndose a referirles acerca del trágico terremoto seguido de un devastador incendio ocurrido dos días antes en San Francisco, California, generando sorpresa y una animada conversación entre los jóvenes.

Al lado norte del comedor, pendía de una pared una hermosa oleografía de la Santísima Virgen de Dolores, simétrica con una oleografía de San José, que pendía en la pared opuesta, del lado sur.

Muy cerca de la imagen de la Santísima Virgen de Dolores, se encontraba la mesa de los menores entre los alumnos presentes: Jaime Chávez Ramírez, Carlos Herrmann y Pedro Donoso, que contaban entre 10 y 11 años de edad, y que habían recibido la primera comunión apenas la semana anterior.

Comentaban también acerca de los dramáticos sucesos del terremoto de San Francisco, y mantenían una conversación piadosa; hablaban de dedicarse a la vida religiosa, como jesuitas, ermitaños o franciscanos; contemplaban la cercana y conmovedora imagen de la Virgen de Dolores y Jaime Chávez comentaba que querría morir en un terremoto después de haber comulgado... Carlos Herrmann, viendo la imagen de Nuestra Señora de Dolores, comentaba cómo aquellas siete espadas traspasaban su corazón por nuestros pecados... Tras unos minutos, Herrmann creyó que su imaginación le engañaba, pues le parecía ver que la Virgen había movido sus párpados, pero instantáneamente, su compañero Jaime Chávez Ramírez temeroso y conmovido, se tapa los ojos con la mano y le dice “¡Ve a la Virgen!”; los dos muchachos se quedan estupefactos ante aquello que estaban contemplando: la Santísima Virgen de Dolores abría y cerraba sus párpados, mientras mostraba expresiones faciales “semejantes a los de una persona viva”.4

Los niños continuaban absortos en la contemplación, cuando Jaime Chávez invita a su amigo Carlos Herrmann a rezar de rodillas un padrenuestro y un avemaría. Inmediatamente, Carlos Herrmann acude a buscar a su compañero de mesa Pedro Donoso, que se había levantado momentos antes. Inicialmente, Pedro Donoso no le prestó atención, pues se encontraba conversando en otra mesa con su hermano mayor, pero ante la insistencia acude a los pies de la sagrada imagen.

Mientras tanto, Jaime Chávez corre la voz entre los demás alumnos de lo que estaba ocurriendo; algunos se acercan “entre incrédulos y burlones”,5 pero con enorme admiración comprueban que realmente la Virgen de Dolores abría y cerraba “suave y majestuosamente sus ojos”. Los muchachos alertan al P. Prefecto y al Hno. Alberdi, que conversaban despreocupados con otros alumnos. Acude el Hno. Alberdi sin dar crédito a lo que le decían, mientras el P. Roesch llama la atención de un alumno que insistía, diciéndole que se “dejara de dislates...”.6 Tanta fue la insistencia, que finalmente el P. Prefecto acude decidido a desvirtuar las alegaciones de los muchachos “cerciorándose expresamente de que las lámparas eléctricas no se movían o si acaso había algún reflejo especial en la imagen”.7

El Padre Prefecto relata que estando frente a la imagen, rodeado de los niños, clavó en ella la vista sin pestañear y notó que la Virgen Santísima cerraba y abría los párpados con lentitud, pero que, sin creerlo todavía, se apartó del lugar. De inmediato se le acerca el Hno. Alberdi, que se encontraba más cerca de la imagen y le dice: “Pero Padre, ¡si esto es un prodigio! ¡Si esto es un prodigio!”. Vuelve la mirada el Padre Roesch y siente un escalofrío que le helaba el cuerpo, constatando que sin lugar a dudas la imagen abría y cerraba los párpados. Todos los muchachos reunidos clamaban al unísono cada vez que la Santísima Virgen abría y cerraba los ojos…“¡Ahora cierra! ¡Ahora abre!”

Algunos estudiantes solicitaron que se dé aviso al Padre Rector, pero el P.Prefecto se rehusó y más bien dio señal para que todos se trasladen a la capilla a rezar el rosario. La sagrada imagen continuaba abriendo y cerrando prodigiosamente sus ojos. El Hno. Alberdi sugirió llevar el cuadro a la capilla para el rezo del rosario, pero tampoco lo autorizó el P. Roesch, dado que, según sus palabras quería “evitar llamar demasiado la atención”.

Así, el milagro fue testificado por 35 alumnos internos, dos religiosos jesuitas y tres empleados del colegio que se encontraban con ellos, que días más tarde lo declararían bajo juramento.8

Pese a los esfuerzos desplegados para no perturbar a la población, la noticia de los hechos se difundió rápidamente en todo el país.

Proceso canónico

El 25 de abril del mismo año, se instauró un serio proceso canónico para estudiar la veracidad de lo ocurrido y se ordenó que la imagen de la Santísima Virgen se mantenga en absoluta reserva. Se nombró entonces una Junta Asesora de nueve teólogos: cuatro canónigos y cinco religiosos de distintas órdenes, con exclusión expresa de los jesuitas. Todos los testigos ratificaron por separado y de forma concordante, bajo gravedad de juramento, sin que ninguno quitara nada, todo lo que habían constatado, esto es, que la imagen de la Santísima Virgen de Dolores había abierto y cerrado los ojos durante alrededor de un cuarto de hora. De hecho, los testigos fueron más explícitos en las respuestas proporcionadas a la Junta de teólogos.

Posteriormente, con el objeto de comprobar las causas naturales que pudieran explicar el fenómeno, se conformó comisiones de peritos: físicos, teólogos, médicos, técnicos y artistas.

Coronación canónica de la Santísima Virgen Dolorosa del Colegio en 1956

Se debía estudiar las condiciones de la imagen de la Virgen y las circunstancias de tiempo, lugar, iluminación y disposición en que se verificó el hecho; la comisión de médicos examinaría a todos los testigos acerca de sus condiciones de salud físicas, emocionales y psíquicas.

Los resultados de los exámenes de peritos y teólogos permitieron autenticar que en realidad había ocurrido un hecho sobrenatural y extraordinario en el comedor del Colegio San Gabriel, aquel 20 de abril de 1906.

Desde junio de 1906, los fieles empiezan a venerar multitudinariamente la imagen milagrosa de la Santísima Madre de Dios, trasladada solemnemente a la iglesia de la Compañía de Jesús, donde se verificó un fervoroso triduo.

El milagro se repite

La imagen de la Santísima Virgen de Dolores volvió a abrir y cerrar los ojos en diversas ocasiones.

El 13 de junio de 1906 son testigos los hermanos Manuel María y Nicolás Salazar; el 24 de junio lo atestiguan el P. Fernando Bernard, el Hno. Ramón Miranda, cuatro alumnos del Colegio San Gabriel y cinco de los Hermanos de las Escuelas Cristianas; el 26 de junio ocurre una nueva manifestación ante dos religiosos dominicos; e1 3 de julio del mismo año, vuelve a ocurrir el milagro delante de gran cantidad de personas en la iglesia de la Compañía de Jesús; a las cinco de la tarde del 5 de julio, día en que llega a la ciudad el nuevo arzobispo de Quito, la Santísima Virgen vuelve a abrir y cerrar los ojos.

Propagación de la devoción

Apenas se dictó el auto final del proceso canónico acerca del milagro del 20 de abril, la ciudad de Quito estalló en fervorosa y conmovedora devoción. La noticia del milagro se propagó rápidamente a lo largo y ancho del Ecuador y fuera del país.

Es de notar, por cierto, que en aquellos alumnos internos que presenciaron el milagro del 20 de abril de 1906, se encontraba representado todo el país; pues además de quiteños, entre ellos se contaban alumnos originarios de Cotopaxi, Bolívar, Imbabura, Guayas, Manabí, Chimborazo, Carchi y Tungurahua, además del peruano Manuel R. Ramírez, natural de Sullana. Lugares a los que se extendió con especial fuerza la devoción a la Santísima Madre de Dios, bajo su advocación de la “Dolorosa del Colegio”.

Procesión con la imagen milagrosa por el centro histórico de Quito en 2006

La nueva advocación echó profundas raíces en España, donde se le atribuye una inmensa cantidad de intercesiones milagrosas y donde se la venera desde 1906 en lugares como la iglesia de San Agustín en Málaga, el convento de Santa Dorotea de Burgos o el monasterio de Salesas de Valladolid.

La devoción a la “Dolorosa del Colegio” se extendió además a Inglaterra, Bélgica, Francia, Italia, Estados Unidos, Colombia, Chile y Venezuela.

“El Sumo Pontífice, San Pío X, al recibir el proceso diocesano enviado desde Quito juntamente con una fotografía de la Virgen del milagro, tomó la imagencita de la Virgen y la puso sobre su escritorio para tenerla constantemente ante sus ojos, y, con fecha 12 de febrero de 1907 concedió cien días de indulgencia a quienes rezaren tres avemarías ante la imagen de la Dolorosa del Colegio.

“El señor obispo electo de Cuenca, Mons. Manuel María Pólit al ser recibido en audiencia particular por el Santo Padre después de su consagración episcopal en febrero de 1907, vio con emoción en el escritorio del Santo Padre la imagen de la Dolorosa del Colegio, por lo que apenas llegado a su diócesis encargó a un artista cuencano hacer un hermoso relieve en madera de la Dolorosa del Colegio para enviarlo como obsequio al Sumo Pontífice con ocasión de su jubileo sacerdotal. Se sabe que al recibir el Santo Padre esta hermosa ofrenda la puso en su cámara particular para su devoción personal”.9

En 1956, S.S. Pío XII concedió la coronación canónica de la Dolorosa del Colegio San Gabriel, declarándola Reina de la educación católica en el Ecuador.

Significado y mensaje del milagro del 20 de abril de 1906

Hacia 1906, la Iglesia Católica en el Ecuador venía soportando durante diez años una ignominiosa persecución por parte del poder civil.

Había llegado para la Iglesia en el Ecuador una hora de Calvario y de tinieblas. Y tal como en la Crucifixión de Nuestro Divino Redentor, la Santísima Virgen estuvo junto a la Cruz; en las horas desesperadas de sofocante persecución, se manifestó diáfanamente la Madre de la Iglesia como signo de salvación y esperanza, como garantía de que las fuerzas del infierno jamás prevalecerán contra la Santa Iglesia.

A semejanza de San Juan en la hora de la Crucifixión, el pueblo ecuatoriano recibió de la Divina Providencia una sentencia majestuosa: “¡Aquí tenéis a vuestra Madre!”

Notas.-
1. JULIÁN BRAVO S.J., La Dolorosa del Colegio – En la perspectiva histórica de la República del Ecuador, Salvat Ed. Ecuatoriana, Quito, 1984.
2. Seguidores del líder anticlerical Gral. Eloy Alfaro, que gobernó el Ecuador de 1895-1901 y de 1906-1911.
3. Declaraciones de testigos, incluidos el Padre Roesch, el Hno. Alberdi y varios alumnos del Colegio San Gabriel.
4. Testimonio de Jaime Chávez Ramírez, contenido en el Proceso Canónico instituido en la M.A. Curia Metropolitana de Quito.
5. Op. cit., p. 41.
6. Testimonio del P. Prefecto Andrés Roesch, S.J.
7. Ibid.
8. Cf. Proceso Canónico Instituido en la M.A. Curia Metropolitana de Quito.
9. Op. cit., p. 76.

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