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San Nuno de Santa María


Noble guerrero y religioso portugués

El mayor estratega militar de su tiempo, dotado de una profunda espiritualidad, derrotó a todos sus adversarios con fuerzas sustancialmente inferiores

Alfonso de Souza

Estatua de fray Nuno Álvares Pereira en el interior del Monasterio de Santa María de la Victoria (Batalha, Portugal). Foto: Paulo Roberto Campos.

Nacido el 24 de junio de 1360 en Palacio do Bonjardim o Flor da Rosa, Nuno era hijo de don Álvaro Gonçalves Pereira, caballero de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y Prior de Crato, y de doña Iria Gonçalves de Carvalhal, doncella de la Corte. Al año siguiente fue legitimado por el rey Pedro I de Portugal, pudiendo así recibir una educación equivalente a la de los hijos de familias nobles.

Hasta los 13 años de edad vivió en la casa paterna, y luego se incorporó al séquito del rey Fernando, iniciándose “como buen jinete, torneador, justador y lanzador”, y, sobre todo, el gusto por la buena lectura. Consta que aprendió en los libros de caballería que “la pureza era la virtud que hacía invencibles a los héroes de la Mesa Redonda, y procuraba que su alma y su cuerpo se mantuvieran inmaculados”.

A tan temprana edad, Nuno se distinguió en una misión de reconocimiento del ejército castellano, que pasaba por Santarém en su camino a Lisboa, ocasión en la que él y su hermano Diogo fueron armados caballeros. En un informe que elaboró sobre aquella misión, observó que el ejército de Castilla, aunque numeroso, estaba mal comandado y podía ser derrotado por una fuerza pequeña y bien dirigida. Fue el despertar de su natural genio militar.

En el origen de la Casa de Braganza

Aunque Nuno Álvares quería hacer voto de castidad, su padre le obligó a casarse en 1376, a los 16 de edad, con Leonor de Alvim, cuatro años mayor, con quien tuvo tres hijos: dos varones, que murieron jóvenes, y una hija Beatriz Pereira de Alvim.

En noviembre de 1401, Beatriz se casó con don Alfonso, conde de Barcelos, hijo ilegítimo del maestre de Avis con Inés Pires, nacido antes de su matrimonio con la princesa inglesa Filipa de Lencastre, que dio a luz a la famosa Ínclita generación (expresión acuñada por el poeta Luis de Camões en Os Lusíadas): doña Blanca (1388-1389) y don Alfonso (1390-1400) murieron de niños; don Duarte, futuro rey (1391-1438); don Pedro, duque de Coimbra (1392-1449); don Henrique, duque de Viseu (1394-1460); doña Isabel, duquesa de Borgoña (1397-1471); don Juan, condestable (1400-1442); y don Fernando, el santo infante (1402-1443).

Don Alfonso fue legitimado por el rey, recibiendo como dote y herencia de su esposa los bienes resultantes de las donaciones hechas por su padre, Juan I de Portugal, al condestable Nuno Álvares Pereira, a raíz de las hazañas militares de este durante las guerras con Castilla (1383-1385).

Estatua ecuestre de san Nuno Álvares Pereira, teniendo como fondo el célebre Monasterio de Batalha

Don Alfonso daría origen a la Serenísima Casa de Braganza, que reinaría desde 1641 hasta 1910 (cuando se proclamó la república), y que se convertiría en la Casa más rica e importante de Portugal. También fue la dinastía reinante en el Imperio de Brasil de 1822 a 1889, que daría lugar a la dinastía Orleans-Braganza con el matrimonio de la princesa imperial doña Isabel con el conde D’Eu.

La compleja cuestión dinástica

En 1383, muere Fernando I, el último rey de Portugal y Algarve de la Casa de Borgoña. Conocido como el Hermoso y el Inconstante, había asumido el trono en 1367 y dejaba solo una hija, que se casó con Juan I, rey de Castilla. Este último, al reivindicar los derechos de su esposa, pretendió heredar la corona de Portugal.

El príncipe Juan de Portugal, era hijo ilegítimo de Pedro I y había sido consagrado maestre de la Orden de Avis. Sin embargo, los nobles portugueses apoyaron sus pretensiones a la corona, como medio de evitar la pérdida de la independencia del país. Para reinar, estaba ciertamente dispensado de los votos religiosos. Don Nuno Álvares fue uno de los primeros en apoyarlo.

Hubo guerra, y en abril de 1384 se produjo la primera gran victoria militar de Nuno Álvares Pereira sobre los castellanos en la batalla de Atoleiros. Por primera vez en la península ibérica, un ejército de a pie derrotó a un ejército con caballería pesada.

Como consecuencia, en abril de 1385 las Cortes portuguesas reconocieron al maestre de Avis como rey, con el nombre de Juan I. En recompensa por su victoria, Nuno fue nombrado por el monarca Condestable de Portugal, es decir, comandante en jefe del ejército, y conde de Ourém, así como miembro de su Consejo de Gobierno.

El rey castellano, sin embargo, no se rindió e invadió Beira Alta. Don Nuno reaccionó asediando las ciudades leales a Castilla. En una fulminante acción militar, conquistó la provincia del Miño.

Victoria en la batalla de Aljubarrota

El 14 de agosto de 1385, el Condestable demostró su genio militar en la memorable batalla de Aljubarrota, para la cual eligió el mejor emplazamiento y puso en práctica las tácticas de guerra que había aprendido de los ingleses. A pesar de la desigualdad de fuerzas entre los dos ejércitos, obtuvo una victoria abrumadora, consolidando aún más la confianza de los combatientes portugueses en su comandante.

Esta victoria sería decisiva para superar la inestabilidad política de 1383-1385 y consolidar la independencia portuguesa.

Superada la amenaza castellana, Nuno Álvares Pereira añadió a sus títulos los de conde de Arraiolos y conde de Barcelos.

Ruinas de la iglesia del convento de la Orden del Carmen (Lisboa), fundada por el santo Condestable. Damnificada gravemente a raíz del violento terremoto del 1 de noviembre de 1755, que dejó a la capital portuguesa en escombros.

En primer lugar, la oración

Entre 1385 y 1390 —año de la muerte del rey de Castilla—, don Nuno se dedicó a realizar incursiones contra la frontera de Castilla, para mantener la presión y disuadir al país vecino de nuevos ataques.

En 1385 se libró en suelo castellano la famosa batalla de Valverde. Se dice que en la fase más crítica de la batalla, cuando la derrota total del ejército portugués parecía inevitable, el escudero encontró a don Nuno arrodillado entre dos rocas y rezando en éxtasis. Cuando este le llamó la atención sobre la batalla que se estaba perdiendo, el Condestable hizo una señal con la mano, pidiendo silencio.

—“¡Nada de oraciones, que moriremos todos!”, exclamó el escudero.

Don Nuno respondió con tranquilidad:

—“Amigo, aún no es el momento. Espere un poco y terminaré de rezar”.

Cuando acabó sus oraciones, se levantó con el rostro iluminado; y dando órdenes, consiguió revertir la casi derrota de un modo que se considera milagroso.

Después de esta batalla, los castellanos se rehusaron a hacerle la guerra en campo abierto. Su nombre les inspiraba terror. Entonces, comenzaron, siempre que les fue posible, a atacar la frontera con saqueos, aplicando la táctica de tierra arrasada cuando don Nuno entraba en Castilla.

Amor a la Eucaristía y a la Virgen María

A sus dotes militares, Nuno unía una espiritualidad sincera y profunda. El amor a la Sagrada Eucaristía y a la Virgen María eran el centro de su vida interior. Asiduo a la oración a la Madre de Dios, ayunaba en su honor los miércoles, viernes y sábados, así como en las vigilias de sus fiestas. Asistía a misa diariamente, aunque solo pudiera comulgar con ocasión de las grandes solemnidades. Su estandarte insignia llevaba las imágenes del Crucifijo, de María y de los caballeros Santiago y san Jorge.

Construyó muchas iglesias y monasterios a sus expensas, como el del Carmen, en Lisboa, y la iglesia de Santa María de la Victoria, en la ciudad de Batalha (a escasos 20 km del Santuario de Fátima). En octubre de 1388, inició la construcción de la capilla de San Jorge, en Aljubarrota. Continuó sus hazañas bélicas hasta 1397, cuando instaló a los frailes de la Orden del Monte Carmelo en el convento de Lisboa.

Conflicto con el monarca

Iglesia dedicada al Santo Condestable en Lisboa

Para recompensar a sus insustituibles compañeros de armas, el Santo Condestable repartió, en 1393, muchas tierras entre ellos. Ante el rey, sus adversarios le acusaron de pretender convertir a sus subordinados en vasallos.

Entretanto, se supo que Castilla había roto la tregua. Don Nuno fue el primer vasallo que corrió con su ejército al servicio del rey. Una vez conjurado el peligro, el rey aceptó que se mantuvieran las donaciones hechas por don Nuno, pero que solo el monarca pudiera tener vasallos, incluidos los que habían recibido bienes del Condestable.

Luego de enviudar, en 1387, Nuno se negó a contraer nuevas nupcias y pasó a vivir en perfecta castidad, tal como lo había deseado en su juventud. Con la muerte de su hija doña Beatriz en 1414, decidió retirarse del campo de batalla para dedicarse a las labores agrícolas en sus dominios de Vila Viçosa. Se había convertido en el señor de casi la mitad de Portugal, que había obtenido gracias a sus valiosos servicios.

Últimos años como religioso carmelita

El Santo Condestable participó en la conquista de Ceuta en 1415, siendo invitado por el rey a comandar la guarnición que permanecería allí; pero se negó, pues deseaba cambiar la vida militar por la religiosa. Libre de las obligaciones familiares, el 15 de agosto de 1423 se convirtió en el hermano Nuno de Santa María en el convento de Carmen, que había hecho construir en cumplimiento de un voto.

Hubiera preferido retirarse a una comunidad lejana de Portugal, pero fue disuadido por don Duarte, hijo del rey, que actuó de la misma manera cuando el nuevo religioso, tras abdicar de los títulos de conde y de condestable, pretendía recorrer las calles pidiendo limosna para el convento. El infante le convenció de que se contentara con la limosna del rey. Empezó, entonces, a dedicarse a los pobres, en cuyo favor organizó la distribución diaria de alimentos, sin dar nunca la espalda a una petición.

En una historia apócrifa, se dice que el embajador castellano fue al convento del Carmen para encontrarse con Nuno Álvares, y le preguntó cuál sería su posición si Castilla volvía a invadir Portugal. Levantando su hábito, mostró por debajo su cota de malla, e indicó que serviría a su país siempre que fuera necesario: “Si el rey de Castilla volviera a hacer la guerra a Portugal, yo serviría al mismo tiempo a la religión que profeso y a la tierra que me dio el ser”.

A los 71 años de una vida en la que prestó los más insignes servicios a su patria, el 1º de abril de 1431, este valiente combatiente entregó su nobilísima alma a Dios, en su pequeña celda del Carmelo; abrazado al crucifijo, llorado por el rey y por los infantes, así como por los miles de desamparados a los que protegió.

Nuno Álvares fue enterrado inicialmente en el Convento del Carmen, en Lisboa. Cuando el convento fue parcialmente destruido por el terrible terremoto de 1755, fue trasladado a un lugar seguro. Y desde el 14 de agosto de 1951, con motivo del 566º aniversario de la victoria portuguesa en la batalla de Aljubarrota, sus restos mortales descansan en la iglesia del Santo Condestable, en Lisboa.

Beatificado el 23 de enero de 1918 por el Papa Benedicto XV, fue solemnemente canonizado el 26 de abril de 2009 por el Papa Benedicto XVI.

 

Notas.-

* Valério A. Cordeiro, Vida do Beato Nuno Alvarez Pereira, 2ª edición, 1921, Livraria Catholica, Lisboa.

Otras obras consultadas:

- https://www.infopedia.pt/$d.-nuno-alvares-pereira.

- Homilía del Santo Padre Benedicto XVI (26 de abril de 2009) in https://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/2009/ns_lit_doc_20090426_nuno_sp.html.

Sepultura original de san Nuno Álvares, en el Convento del Carmen, en Lisboa