Una guerra más terrible
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En la segunda parte del secreto —referente a los castigos que vendrían en caso de que la humanidad no se convirtiera— luego de anunciar el fin de la Primera Guerra Mundial, la Santísima Virgen prosiguió:
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— “...pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre”.
En la noche del 25 al 26 de enero de 1938 (desde las 20:45 hasta la 1:15, con breves intermitencias) los cielos de Europa se iluminaron con una luz extraña, a la que los incrédulos insistían en caracterizar simplemente como una aurora boreal; el aviso de Dios estaba dado.
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El 1º de setiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. 40 millones de muertos, un número mucho mayor de heridos, naciones enteras destruidas, ciudades arrasadas, hambre y persecuciones.
El progreso científico centuplicó la capacidad de matar, como por ejemplo las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Durante seis años el mundo estuvo sumergido en el caos.
En 1945 terminó la Segunda Guerra Mundial. ¿Terminarían con ella los castigos de Dios?
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