No escuchemos tampoco a los que dicen que nuestro Señor tuvo un cuerpo semejante a la paloma que vio Juan Bautista descender del cielo y posarse sobre Jesús como símbolo del Espíritu Santo. Así, pretenden hacer creer que el Hijo de Dios no nació de mujer, porque dicen que, si convenía mostrarlo a los ojos de la carne, pudo asumir un cuerpo como el Espíritu Santo, pues aquella paloma, aseguran, no había nacido de un huevo y, sin embargo, pudo aparecer ante los ojos humanos. A estos hay que contestarles, en primer lugar, que donde leemos que el Espíritu Santo se apareció a Juan en figura de paloma (Mt 3,16), allí también leemos que Cristo nació de mujer (Mt 1,20-25), y no podemos creer una parte del Evangelio y rechazar la otra. ¿Por qué crees que el Espíritu Santo apareció en figura de paloma sino porque lo leíste en el Evangelio? Pues, por eso mismo, creo yo que Cristo nació de una virgen, porque lo he leído en el Evangelio. ¿Por qué el Espíritu Santo no nació de una paloma como Cristo nació de una mujer? La razón es que el Espíritu Santo no vino a libertar a los palomos, sino a dar a entender a los hombres la inocencia y el amor espiritual cuyo símbolo visible es la figura de paloma. En cambio, nuestro Señor Jesucristo que vino a liberar a los hombres, tanto varones como mujeres, porque ambos habían de salvarse, no despreció a los varones, pues se hizo varón, ni tampoco a las mujeres, pues nació de mujer. A esto se añade un gran misterio: ya que por la mujer nos vino la muerte, por la mujer se nos dio la vida, para que el diablo fuera vencido y atormentado por ambos sexos, femenino y masculino, ya que cantaba victoria por la ruina de los dos. Pequeño hubiera sido el rescate, de libertar ambos sexos, si no hubiera sido menester valerse de ambos para obtener la libertad. (…) Al Dios omnipotente que hizo todas las criaturas de la nada, no le era difícil fabricar un verdadero cuerpo de paloma, sin necesidad de padres, como no le fue difícil, aun sin el semen viril, hacer un verdadero cuerpo en el seno de María, pues la naturaleza corporal está sometida al imperio y a la voluntad de Dios, tanto en las entrañas de la mujer, para hacer un nuevo hombre, como en el mismo mundo para hacer una paloma. Pero los hombres necios y miserables no creen que el Dios omnipotente pudiese hacerlo porque ellos no lo pueden hacer o porque nunca en su vida lo vieron.
San Agustín, El combate cristiano, c. XXII apud https://www.augustinus.it/spagnolo/agone_cristiano/index2.htm.
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