Tercera Aparición: 13 de julio de 1917
Al ocurrir la tercera aparición, una pequeña nube grisácea quedó suspendida sobre la encina, el sol se oscureció, una brisa fresca sopló en la sierra, a pesar de ser el auge del verano. El Sr. Marto, padre de Jacinta y Francisco, que así lo cuenta, dijo que oyó también un susurro como de moscas en un cántaro vacío. Los videntes vieron el reflejo de la acostumbrada luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina.
Lucía: ¿Vuestra Merced qué desea de mí?
Nuestra Señora: Quiero que volváis el trece del mes que viene y que continuéis rezando el rosario todos los días en honra de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella os puede ayudar.
Lucía: Quería que nos dijese quién es y que hiciera un milagro para que todos crean que Vuestra Merced se nos aparece.
Nuestra Señora: Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy y lo que quiero, y haré un milagro para que todos lo vean y crean.
Lucía presenta entonces una serie de pedidos de conversiones, curas y otras gracias. La Virgen responde recomendando siempre la práctica del rosario, indicando así el modo por el cual alcanzarían las gracias durante el año.
Después prosiguió:
Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, sobre todo cuando hagáis algún sacrificio:
¡Oh! Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.
(Aquí se insiere el Secreto de Fátima)
Pasados algunos instantes, prosiguió:
Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: ¡Oh! Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva a todas las almas al cielo, principalmente a las que más lo necesiten.
Lucía: ¿Vuestra Merced no quiere nada más de mí?
Nuestra Señora: No, hoy no quiero nada más de ti.
Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este, desapareciendo en la inmensa lejanía del firmamento.
Se oyó entonces una especie de trueno, indicando que la aparición había cesado.
(Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 40-60)